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Volvo Ocean Race. La increíble historia de doña Paquita

La increíble historia de doña Paquita

Un cúmulo de circunstancias llevaron a la esposa de Ramón Carlín a ser la primera mujer que participó en la regata

Ya va camino de los 91 años, pero su voz suena casi juvenil. Ahora que está tan de moda el tema de las mujeres y la Volvo Ocean Race, nos pusimos en contacto con una de sus pioneras, Francisca Larios. Dicho así probablemente no caigan, pero si les decimos que se trata de doña Paquita, la esposa de don Ramón Carlín, armador del Sayula II y primer ganador de la Whitbread (anterior denominación de la Volvo Ocean Race), ya sabrán quién es nuestra protagonista.

El 6 de mayo se cumple un año del fallecimiento de don Ramón y hablamos con doña Paquita para repasar todos los recuerdos que guarda de la maravillosa hazaña que protagonizaron al ganar con una tripulación de amateurs a las poderosas flotas británica y francesa, entre otras.

Además, doña Paquita tiene un mérito enorme añadido: fue a bordo del Sayula II durante la primera etapa hasta Ciudad del Cabo. Dos meses largos que le metieron de lleno en la historia.

Usted fue una de las primera mujeres que estuvo en la regata…

Sí, así es, 44 días estuve, arrepentida hasta de haber nacido pero ya estaba arriba. No todo fue espléndido, pero en conjunto fue una experiencia increíble, hermosa.

¿Cómo logró aguantar esos 44 días? Debió ser durísimo…

Más bien fue pesado para mi porque tuve que convivir con personas que no conocía, no hablo inglés tampoco. Fueron muchas cosas, costumbres diferentes, todo el día en un espacio tan pequeño, pero fueron todos hermosísimos, a todos los quiero muchísimo porque fueron muy caballeros. Tuvimos fiestas y todo y fue siempre dentro de lo correcto. Me molestaba que oliesen un poquitito y yo les decía: “¡A bañarse!” y ahí iban los pobres… estuvo todo precioso, fue una experiencia para mi increible.

¿De qué se encargaba a bordo?

Ayudaba mucho a hacer de comer, me ponía a bordar, cosas que yo llevaba para hacer, trabajos manuales. Todo era cooperar en todo lo que se podía.

Supongo que comida liofilizada en aquella época no llevarían…

No, siempre comida fresca, como había un congelador, Ramón llenaba todo de carne, aunque también había latas, pero casi siempre teníamos comida fresca. También teníamos vinito, tequilita, de todo. Nunca faltó de nada, incluso llevaba yo mis chiles, y quien quería le echaba a parte el sabor que quisiera. Tuve cosas muy bonitas.

Además de a su esposo, llevaba a bordo a su hijo…

Sí, mi hijo Enrique estaba estudiando en Irlanda, se quería casar con 17 años y mi esposo logró que pasara el tiempo para que se le olvidase. Ramón, al ir a Irlanda a ver a Enrique se dio cuenta de la regata y lo vio enseguida. Nosotros teníamos el Sayula I, pero era chico, se necesitaba un barco más grande. Todo empezaba a agarrar un vuelo endemoniado, Ramón compró el barco y se hizo.

¿Por qué se bajo en Ciudad del Cabo?

Yo me hubiese bajado a medio camino, pero no se podía. Yo tengo una palabra solamente, no soy voluble. Yo había dicho que hasta Cabo de Hornos, no más. Yo ahí me bajaba porque tenía a mis hijas, que eran jovencitas, no podía dejar mi casa sola tanto tiempo aunque tuviera en el barco a mi esposo y mi hijo.

¿Y le gustaba la navegación?

A mi no me gusta, se lo digo sinceramente. Si me pregunta si me apasiona el mar le digo que para nada. No tengo ni idea de por qué me subí, aún no me lo explico. Peor bueno, iba con mi esposo a hacer unas compras cuando me preguntó si me gustaría ir a la regata con ellos y le dije que no, definitivamente no. Pero mi pasión es mi hijo, porque es el único varón que tengo, lo amo con todo mi alma como a todos mis hijos. Hablé con él y le dije que me dejara pensarlo, y al poco rato le dije que sí iba, con lo que ya di mi palabra. Fue todo muy hermoso.

¿Cómo siguió la regata cuando volvió a tierra?

Fue una cosa maravillosa, cuando yo estaba en Mexico no tenía casi comunicación con él. No tengo ni idea de por qué no usaba la radio, no sé. La cosa es que sabíamos por dónde andaba por unos amigos que sí podían localizarlo de alguna manera y veíamos que todo iba yendo bien, y así terminó. Al acabar ya me fui a Inglaterra con mi cuñada y una amiga. Trataban de entenderme aunque no hablaba inglés, fueron hermosísimos, y lo pasamos padrísimo. Siempre me buscaban, cuando bajámos al bar… me lo pasé muy padre, fue primoroso ver la llegada de Ramón.

Recientemente, Bernardo Arsuaga ha recordado su increíble aventura en un documental, The Weekend Sailor. ¿Qué le ha parecido?

El documental de Bernardo está muy bonito. Cuando hicieron la misa de Ramón hace un año el sacerdote dijo que siguió toda la travesía, es algo precioso.

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