Por qué este paraíso tropical es el país menos visitado del mundo
Cada año, menos de 2.000 personas visitan el archipiélago de Tuvalu, en la Polinesia
Hay destinos lejanos y exóticos, pero muy atractivos para los grandes viajeros, como Nueva Zelanda o Bali. Muchos lectores puede que hayan pasado por allí. Sin embargo, es muy probable que muy pocos hayan pisado Tuvalu, un pequeño archipiélago situado en el océano Pacífico (entre Australia y Hawai) que en 2016 recibió unos 2.000 visitantes internacionales, según el último informe de la Organización Mundial del Turismo.
Tuvalu forma parte de esas paradisiacas islas del Pacífico Sur a donde en teoría todos querríamos retirarnos, como Paul Gauguin o como Marlon Brando. Se trata de uno de los cuatro países que forman la Polinesia, compuesto por varias islas, la más grande de las cuales es Fongafale (2,8 km cuadrados), punto al que llegan los vuelos desde Fiji. Un lugar perfecto para olvidarse de las penas del mundo. Una de las naciones más pequeñas y remotas del mundo, el Pacífico virgen, con un ambiente pacífico y nada masificado, ideal para el descanso y la relajación.
Y sin embargo, la media anual de visitantes en las últimas dos décadas no llega a 1.500 (en todo el país viven poco más de 11.000).
En realidad, en Tuvalu -país independiente del Reino Unido desde 1978- no ocurre nada extraño, más allá de lo que podemos imaginar. Es un lugar relativamente desconocido y (muy, muy) lejano, al que resulta difícil llegar, mal comunicado, con solo un par de vuelos semanales desde Fiji, a 2 horas y 20 minutos de distancia. El billete desde Suva a Funafuti, ida y vuelta, con Fiji Airways, cuesta unos mil dólares.
La pista de aterrizaje, que ocupa la zona más ancha (es un decir) de la isla, parece a veces un club social, donde los niños juegan y algunas familias hasta duermen durante las tórridas noches de verano, en busca de una brisa fresca que alivie el calor y la humedad.
En el aislamiento quizá también influya la percepción de que la subida del nivel de los océanos como consecuencia del cambio climático puede ser mortal para este archipiélago. De hecho, las playas cada vez son más estrechas, casi sin rastro de los arenales blancos que podríamos imaginar.
Tampoco hay muchos alojamientos en Tuvalu. ¿Qué cadena podría arriesgarse a hacer un hotel en un país al que llegan menos de cinco turistas de media por día? No es difícil, sin embargo, buscar habitaciones en lodges y apartamentos.
Lo que sí hay es océano, claro. Aguas transparentes y horizontes lejanos. Y una enorme laguna de color turquesa, de 14 por 18 km, donde practicar un esnórquel perfecto. Y también hay sellos. Desde que se separara de Kiribati, Tuvalu ha emitido sellos raros, coloridos y muy valorados por los coleccionistas. El Tuvalu Philatelic Bureu, en Funafuti, figura en la agenda de cualquier viajero que se precie.
Estas islas fueron descubiertas por los navegantes españoles (en concreto, por el leonés Álvaro de Mendaña y Neyra) en 1568, cuando llamaron al archipiélago como Islas de Jesús.