49 días 3 horas 7 minutos y 38 segundos. Ese es el tiempo que ha empleado Thomas Coville en dar la vuelta al mundo a vela en solitario y sin escalas. Ha recorrido 52.597 kilómetros (28,400 millas) a bordo de su maxitrimarán Sodebo, de 31 metros, surcando los océanos día y noche a una velocidad media de 24,09 nudos (45 Km/h). Una barbaridad. Durante ese tiempo, el descanso se ha limitado a periodos de menos de 30 minutos al tener que estar constantemente pendiente de vientos y mares para no volver a hacer añicos su sueño.
Y es que el francés llevaba una década empeñado en lograr la circunnavegación en solitario más rápida de la historia y acumulaba cuatro intentos fallidos: en dos ocasiones no batió el récord (2008/2009 y 2011) y en otras tantas se vio obligado a abandonar (2007/2008 y 2014).
Cuando este domingo, poco antes de cruzar la línea de meta, conversó con el piloto de un Falco 50 de la marina francesa, Coville rompió a llorar; lágrimas de emoción y felicidad, pero también de cansancio extremo. “Lo intenté, no lo logré, caí, me levanté, me rehíce”, resumió luego a la radio France Info.
49 días 3 horas 7 minutos y 38 segundos. El récord que ha establecido el patrón del Sodebo es salvaje. No sólo porque ha mejorado en 8 días, 10 horas, 26 minutos y 28 segundos el tiempo que en 2008 firmó Francis Joyon (57 días, 13 horas), sino porque sólo ha tardado tres días más el Banque Populaire, el multicasco con el que una tripulación de 14 regatistas ganó el Trofeo Julio Verne sobre la misma ruta.
Otra comparación para ilustrar la gesta de Thomas Coville. Él zarpó el pasado 6 de noviembre, mismo día que en Les Sables d’Olonne (Francia) daba inicio la Vendée Globe a no demasiadas millas de distancia. Cuando el domingo Coville cruzaba la meta, la línea imaginaria que une la isla de Ouessant (Francia) con Lizard Point (Inglaterra) y que ya cruzó para iniciar el récord, el líder de la regata oceánica, el monocasco IMOCA de Armel de Le Cléac’h, tenía por su proa unos 12.000 kilómetros de recorrido.
Echando la vista más atrás en el tiempo, la vuelta al mundo en 49 días de Coville contrasta la de Sir Robin Knox-Johnston, quien hace 47 años necesitó 312 para convertirse a bordo de su velero Suhaili en la primera persona que circunnavegó el planeta en soledad y sin detenerse. Los 169 días que tardó Alain Colas en dar la primera vuelta al mundo sin escalas con un trimarán (1973) o los tres años que empleó hace un siglo el canadiense Joshua Slocum en ser el primer hombre en completar el gran periplo en solitario -pisando tierra firme en varias ocasiones- son otras referencias históricas que sirven para comprobar la evolución de la vela oceánica.
Coville ha domado el monstruoso Sodebo sin ayuda de nadie, si bien una porción del éxito obtenido en esta crontrarreloj oceánica recae en Jean-Luc Nélias, el encargado de analizar las rutas y partes meteorológicos desde tierra y de asesorar al patrón. Además de otras decisiones trascendentales, el ‘router’ fue quien apostó por salir el 6 de noviembre para aprovechar una ventana meteorológica sensacional para batir el récord.
A Thomas no ha podido frenarle nada. Y eso que tuvo que lidiar con situaciones que en más de una ocasión acaban con un barco destrozado. Mientras navegaba por los Rugientes Cuarenta a una velocidad media de 30 nudos bajo condiciones meteorológicas feroces e inestables, el maxitrimarán “chocó violentamente” con lo que parecía ser “mamífero marino”, según reconoció el regatista. Pese al susto, se las arregló para colocar rápidamente el sistema de unión del timón de estribor que se había soltado tras la colisión y volver a apretar el acelerador. Una reparación nada sencilla, sobre todo porque tuvo que sacar su cuerpo por fuera del barco con la única sujeción de sus pies.
Gracias a los avances en la detección por satélite de hielos a la deriva de la Antártida, el nuevo señor de los mares pudo descender más allá de la ruta más sensata, recortando muchas millas al recorrido que realizó Joyon en 2008.
El navegante llegó en la mañana de este lunes a Brest tras pasar la última noche a bordo con la compañía de su equipo de tierra. Cuando se aproximaba al puerto francés, rodeado ya por decenas de embarcaciones para darle la bienvenida, Thomas Coville se asomó por la proa del Sodebo y encendió las bengalas de emergencia en señal de victoria. Un ritual que los navegantes solitarios realizan cuando la aventura llega a su fin con éxito. Así, el marinero de Rennes, de 48 años, comenzaba a recuperar su vida terrenal tras siete semanas echando un vertiginoso y extraordinario pulso a los vientos y oceános más hostiles del planeta.