Las lanchitas amarillas siguen un triste camino sin retorno
Por: La Capital de Mar del Plata
En tiempos de esplendor hubo más de 200 pero la caída no se detiene y cada vez hay menos. La poca rentabilidad, los intentos de reconversión fallidos y el paso del tiempo arrasan con una postal tradicional de la ciudad
El camino hacia la extinción que transitan las lanchitas amarillas parece no tener retorno. Una de las postales tradicionales de Mar del Plata va rumbo a la desaparición y con ellas no sólo se va la foto pintoresca del Puerto o el recuerdo que se llevan los turistas. La caída de las embarcaciones describe el final de una época que ya no volverá: la del esplendor del Puerto y de la preponderancia de la actividad pesquera en la economía de la ciudad.
En las épocas de oro supo haber 250 lanchas, pero la caída que se inició hace unos veinte años no se detiene: quedan apenas 18 lanchas en actividad en el Puerto de Mar del Plata. Después, hay otras cinco que están paradas o en proceso de venta.
El paso del tiempo. La novedad de la pesca de altura. La baja rentabilidad. La escasez de pescado. La irrupción de la tecnología. Proyectos de reconversión que no se concretaron. El monitoreo satelital. El desinterés de los gobiernos. Y ayudas insuficientes que llegaron tarde. En ese combo se pueden resumir los motivos de la desaparición de las lanchas amarillas.
“Ciclos que se cumplen”
“Lamentablemente son ciclos que se cumplen. Todos los gobiernos no han pensado seriamente en el tema. A esta altura no se puede hacer más nada. Lamentablemente, es tarde”, le dice una fuente a LA CAPITAL.
La baja rentabilidad de la actividad y las pocas expectativas a futuro llevan a un final inevitable: la venta de la lancha. Así, en los últimos años se fueron traspasando las embarcaciones de Mar del Plata a otros puertos como los de Bahía Blanca o Necochea.
“El principal motivo fue la baja del recurso que se fue dando año tras año, sobre todo en temporadas importantes como las de anchoíta y caballa. La baja de rentabilidad traía aparejado endeudarse y la consecuencia de vender”, apunta el presidente de la Sociedad de Patrones Pescadores, Luis Ignoto.
Tiempos idos
El esplendor de las lanchas amarillas se dio entre las décadas del ’40 y del ’60. En ese entonces, no había pesca de altura por lo que la gran flota pesquera se resumía a las lanchitas.
Las temporadas de anchoíta y caballa eran el punto alto de una actividad que brillaba. También había réditos con el bonito o el atún rosado. Y el invierno se pasaba con el cornalito. No había buques mayores y las lanchitas amarillas pescaban todo lo que había en la costa.
“La tendencia a la baja de captura se dio con la aparición de los barcos mayores”, rememoró Ignoto, también delegado del Puerto.
Otro dato que refleja el retroceso de la actividad pesquera es el de la cantidad de fábricas conserveras: en los ’70 supo haber 32 y hoy sólo quedan 5.
El permiso de pesca de langostino fue el “último empujón”. “Muchos barcos no tenían permiso y estas embarcaciones tenían los suyos históricos y las fueron tentando a la venta”, afirmó Ignoto.
Actualmente, el sistema de monitoreo satélital no les permite desplazarse más allá de las 15 millas estipuladas. Entonces, si el pescado está fuera de su alcance, las lanchitas no podrán pescarlo. Las barcos grandes pescan mar adentro la mayor parte del pescado y lo que queda en la costa es muy poco.
Intentos fallidos
Desde que se empezó a vislumbrar la caída hubo varios intentos de reconversión. El primero se dio en 1999 y consistía en convertir diez lanchas en diez barcos un poco más grandes. Estaba el financiamiento pero no hubo el suficiente apoyo político y se truncó.
“Si en 1999 hubiéramos empezado esa reconversión, hoy no tendríamos este problema”, reflexionó Ignoto, uno de los impulsores de la iniciativa en aquel entonces.
El proyecto incluía, además, mantener las viejas lanchas amarillas desde el punto de vista cultural, recreativo, deportivo y de investigación, para no perder la clásica postal.
En 2012, el ex gobernador Daniel Scioli anunció un convenio para ayudar a reconvertir las tradicionales lanchas amarillas. El proyecto contemplaba cambiar las embarcaciones para que se conviertan en más seguras y tecnológicas. Las modificaciones les permitirían salir más lejos de la costa y así obtener mejores resultados en la pesca. Complicaciones con el financiamiento y varias idas y vueltas depositaron el proyecto en el olvido.
El anuncio de un fondo fiduciario de 200 millones de pesos que hizo el gobierno provincial hace dos años, fue un impulso. El dinero le “daba aire” al esquema en el que se mueven las lanchas amarillas. Pero, según explicaron desde el Puerto, “era lo que pedíamos hace años, pero llegó tarde”.
Para las 18 lanchas que quedan el panorama es sombrío: quedan a merced de lo que aparezca en la costa para pescar.
“Tienen intenciones de ir a la pesca de corvina pero el año pasado les fue muy mal por el precio, el mal tiempo y el poco pescado”, describió Ignoto.
La historia
Las lanchas amarillas descubiertas fueron construidas a principios de siglo XX por pescadores que llegaron, en su mayoría, de España e Italia.
Las embarcaciones salen a la madrugada y vuelven a las primeras horas de la tarde tras alejarse 15 millas de la costa. Su tripulación no supera los diez tripulantes y su capacidad de carga es limitada ya que la embarcación no supera los 13 metros de eslora.