La Vendée Globe a análisis.
Esta edición de la Vendée Globe ha constituido un éxito deportivo y humano que demuestra la buena salud y las estimulantes perspectivas de los IMOCA.
Desde la organización Barcelona World Race, hacen un análisis exhaustivo de lo que dio de sí la recién finalizada Vendée Globe. Un análisis muy significativo en el cual la conclusión más importante es que la clase IMOCA goza de una salud excelente y de que es una clase pujante y en alza, por delante de otras clases quizás más conocidas o mediáticas; una clase que ya tiene su próxima cita marcada en el calendario: la Barcelona World Race 2018.
Por vez primera en la historia 18 solitarios han cruzado la línea de llegada de la Vendée Globe. Es un dato de éxito, pues los 11 que no lo han logrado sitúan la tasa de abandonos en un 38%, una de las más bajas (35% en 2004, 38% en 2000), muy lejos del 63% de retirados de 2008. Todo un buen síntoma de la capacidad competitiva de los barcos de la clase, que ha presentado el abanico de edad más amplio de su historia: 18 años entre el St Michel-Virbac, de Jean-Pierre Dick (2015) y el TechnoFirst, de Sébastien Destremau (1998). Los más de 50 días de diferencia entre el propio Destremau y el vencedor, Armel Le Cléac’h, son un lapso de tiempo notable que sin embargo no es excepcional en la vuelta al mundo sin escalas: en 2000 la diferencia entre el primero y el último fue de 65 días.
La diferencia de este año se debe principalmente al espectacular incremento de velocidad de los foilers. Armel Le Cléac’h, con 74 días, 03 horas, y 35 minutos, y Alex Thomson, con 74 días, 19 horas y 35 minutos han superado en cuatro días el anterior récord de François Gabart, mientras que Destremau ha registrado un tiempo similar al de los barcos de su generación en anteriores ediciones. Los foilers han superado definitivamente su prueba de fuego y se configuran ya como un factor de diseño inamovible para los futuros barcos
Otro aspecto destacable es la baja proporción de averías de palos: cuatro caídas (el 13,5% de la flota) contrastan con las ocho que hubieron en 2008 (un 27 % de la flota). También las quillas son mucho más seguras: tres abandonos por avería en este apéndice vital, un 10% que contrasta con el 20 % del 2012, al anus horribilis de la quilla que motivó el cambio en el reglamento de este apéndice y en el de los palos. Estos cambios han demostrado pues ser efectivos.
La gran amenaza de los veleros oceánicos sigue siendo la abrumadora tasa de colisiones con OFNIS: cuatro de los 11 abandonos ha sido provocados por las colisiones con objetos flotantes no identificados; y también los grandes animales marinos son peligrosos, como la colisión de un cachalote con el IMOCA de Kito de Pavant, que le originó una grave avería en la quilla y la pérdida del barco. El problema está ya tan extendido que origina una dosis extra de estrés a los solitarios, la mayoría de los cuales aseguran que duermen con los pies hacia la proa para evitar lesiones en las cervicales en caso de colisión.
El otro gran éxito de esta Vendée Globe es el deportivo y humano. Los 18 llegados han constituido un récord histórico y han proporcionado bellísimas historias deportivas, como el emocionante mano a mano entre Le Cléac’h y Thomson, la gran regata de Jérémie Beyou y el match race a tres entre Jean-Pierre Dick, Yann Eliès y Jean Le Cam. También hemos presenciado luchas épicas contra el infortunio, como el rescate de Kito de Pavant y el aparejo de fortuna de Conrad Colman, que son ejemplo de resiliencia y sabiduría oceánica.
La horquilla de edades también es un síntoma de la buena salud de la flota. Entre los 66 años (en la salida) de Rich Wilson y los 24 de Alan Roura, se ha establecido un récord de diferencia de edad. La flota de este año ha acogido a cuatro sesentones que han subido ligeramente la media a algo más de 44 años. Otro buen ejemplo de las posibilidades de expansión de la clase IMOCA a todos los grados de veteranía y bisoñez.
Para la vela oceánica española, esta Vendée Globe ha sido estimulante. Didac Costa ha entrado en el Olimpo de los navegantes: el bombero barcelonés ha recogido el testigo del recordado JoséLuis Ugarte y es ya el segundo navegante español que ha acabado el Everest de la vela. Su regata es otro bello ejemplo de capacidad de gestión, potencial deportivo, físico y humano. Didac navegaba como embajador de la Barcelona World Race 2018 y su vuelta al mundo va a ser un referente para la segunda gran prueba del calendario IMOCA que ya calienta motores.