El mar de Aral ya no es un mar
Desde hace años, la superficie del mar de Aral se ha reducido al 10% de lo que fue, fruto de las permanentes sequías, la intervención humana y el cambio climático.
El paisaje ha cambiado alrededor de la ciudad uzbeka de Moynaq, antes próspera a las orillas de lo fuera el mar de Aral. Las poblaciones que antes prosperaron allí , ahora se encuentran ante un desierto poco aprovechable.
Moynaq hoy cuenta con 18.000 habitantes, pero varias décadas atrás en el tiempo representaba uno de los polos económicos más notables de Uzbekistán, un país primordialmente desértico que orienta su vida en torno a las escasas fuentes de agua que encuentra.
El mar de Aral era una de ellas, y así Moynaq se convirtió en su única ciudad portuaria, donde la actividad económica generada por la pesca y el comercio le permitió prosperar.
Hasta que el destino de Moynaq se torció durante los años cincuenta y sesenta, cuando los planes de irrigación de la Unión Soviética desviaron el cauce de dos ríos tributarios del mar de Aral. El objetivo era convertir el desierto uzbeko en plantaciones de algodón para su exportación mundial.
Pero lo que sucedió, fue que la grave alteración del ecosistema acabó que con el futuro de Moynaq. Las aguas se contaminaron fruto de los procesos químicos y fertilizantes y pesticidas implicados en el regadío del algodón, y la anulación de los cursos tradicionales de los ríos comenzó a erosionar el espacio del Aral.
Década a década, el mar retrocedía, y con él la esperanza de los habitantes de Moynaq.
Hoy el mar de Aral está prácticamente extinto.
Un muy pintoresco espacio ha dejado al descubierto la importante flota pesquera de Uzbekistán, abandonada a su suerte.
Desde que el mar se evaporara , Moynaq es la ciudad de los barcos fantasma encallados, un lugar donde el agua es tan inexistente como frecuentes son las tormentas de arena. Un desierto de barcos oxidados.